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martes, 20 de mayo de 2014

Aldea de Tulor

El primero en mencionar la existencia de Tulor fue el sacerdote belga Gustavo Le Paige, a la que acertadamente se refirió en el año 1957 como “un pueblo muy antiguo totalmente tapado por la arena...”. De hecho, se trata de una aldea construida directamente sobre el suelo arcilloso en la zona de desagüe del río San Pedro, la que con el tiempo fue sepultada por el avance del desierto. Hoy se sabe que la aldea abarca un área de alrededor de un kilómetro de extensión, que contiene unos 10 sitios con vestigios arquitectónicos y varios sectores con alfarería fragmentada en superficie, siendo Tulor-1 el más importante. 

La superficie de Tulor 1 que no está cubierta por la arena, comprende unos 5600 metros cuadrados de construcciones de barro, correspondientes a un conglomerado de 22 recintos circulares alrededor del cual se construyó un sistema de murallas, formando complejas vías de circulación que se intercomunican a través de puertas o vanos. Como el sitio fue utilizado por mucho tiempo, algunos de los vanos se encuentran clausurados, porque probablemente se les otorgó una nueva función. 


Los recintos, cuyos cimientos se asentaron sobre canaletas previamente excavadas, fueron construidos con adobes, adquiriendo una forma abovedada que puede alcanzar cerca de 2 metros de alto, y que remata en un techo cónico afirmado por postes de madera. Al igual que los muros, por lo general los recintos presentan vanos para puertas, casi siempre de forma trapezoide y sin armazón, pues han sido recortados en el mismo muro. Otros corresponden a ventanas de los recintos, así como a las vías de acceso a estructuras que pudieron funcionar como almacenes o depósitos de las viviendas. 

En la década del ‘80 se realizaron excavaciones que permitieron distinguir por lo menos dos importantes ocupaciones. Una cerca de la superficie actual, posterior al abandono de la aldea (fase II), y la segunda -separada de la anterior por un estrato de arena estéril de más de un metro de espesor-, sobre el piso de los recintos que casi sin duda fue el de los habitantes originales del poblado (fase I). Tales ocupaciones estarían representadas, principalmente, por alfarería no decorada, correspondiente a cántaros de cerámica alisada con forma periforme y asas adheridas al labio. A éstos se unen vasos con asas y cuencos de color gris muy bien pulidos de paredes delgadas -en el estrato superior-, mientras en el inferior domina una variada serie de fragmentos pulidos con tonalidades que varían del rojo al negro, dentro de los que destacan vasos y jarros. Otros vestigios encontrados en la aldea dan cuenta de que la vida de sus habitantes durante esa primera fase, se desarrolló en torno a actividades ganaderas, agrícolas y de intercambio. 

La presencia de huesos de camélidos hace suponer que en aquellas épocas la subsistencia se basaba en el manejo de estos animales, seguramente domesticados por el hombre, usados para la alimentación y para la producción textil. La práctica de la agricultura queda evidenciada por la presencia de maíz entre los escasos vegetales recuperados. Por su parte, dichas actividades se complentarían con el intercambio de bienes, entre los que se cuentan especialmente los recursos marinos como las almejas y los ostiones. 

A estas actividades se une la industria en piedra, minerales y metales, sobre todo lo que se refiere a puntas de proyectil, perforadores, hachas, palas, pulidores, morteros, manos de moler, collares, cinceles, etc. que hablan de tareas relacionadas con la caza, el tallado de la madera, el cultivo de plantas o la molienda de las mismas. Con el objeto de saber en forma exacta cuando ocurrieron estos hechos, el poblado se fechó por radiocarbono con muestras provenientes de esta ocupación, que dieron por resultado un rango ubicado entre el 345 a.C. y el 150 d.C. Durante este lapso se habría generado una población representante de eventos más amplios que involucrarían a gran parte de los Andes meridionales, del sur de Bolivia y el norte de Chile y Argentina, con cuyos aportes se habría consolidado la agricultura, aprovechando las tierras fértiles dejadas por los sectores de inundación provocada por los ríos. Esta actividad, junto a la ganadería de camélidos, habrían permitido la concentración de las poblaciones capaces de autoabastecerse y, con ello, la aparición de la vida aldeana en las áridas tierras del desierto, la que en este caso finalizó cuando las aguas del río ya no alcanzaban estos lugares, propiciando el avance de las dunas que terminaron por ocultarla.


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